Al igual que las modas y las costumbres, el canon de belleza
femenina ha tenido una marcada evolución a través de los siglos. Hemos pasado de
venerar cuerpos rollizos y pieles de porcelana a querer tener bronceados
exagerados y cuerpos extremadamente delgados. El aspecto de la mujer siempre se
ha tenido más en cuenta que el del hombre. Durante la historia se han
tenido diferentes percepciones de la belleza, estas son:
En la Prehistoria se asociaba las caderas anchas y senos
grandes con la fertilidad.
En el Renacimiento encontramos la belleza en cuerpos más
estilizados y en pieles blancas como signo de pureza.
Más tarde, en el Barroco, los cuerpos pasan a ser más
voluptuosos. En esta época empieza a tener mayor importancia el aspecto físico,
comienzan a utilizar maquillaje, pelucas y corsés.
Durante la época Victoriana (siglo XIX) el uso del
corsé
ganó
mayor importancia hasta los extremos de deformar la figura de la mujer causando
daños
en los órganos
vitales y en la columna.
Ya en el siglo XX con la llegada del cine y de los avances de
la fotografía (y la difusión de las revistas de moda) las mujeres
toman protagonismo y el desnudo deja de ser tabú aunque siga considerándose
una provocación.
Entre 1970 y 1990, se empiezan a venerar los cuerpos delgados
en contra de los principios establecidos anteriormente. Las operaciones de
cirugía
estética
se popularizan.
Actualmente en nuestra sociedad encontramos en los medios y en
la moda un tipo de mujer delgada y en algunas ocasiones, con una delgadez
extrema que pone en peligro la salud. Estos modelos influyen a muchas mujeres
que desean cambiar su aspecto para resultar atractivas y ser aceptadas por la
sociedad.
Esta importancia del aspecto externo, también
ha empezado a afectar a los hombres preocupándose por su aspecto físico.
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